Un espermatozoide considerado normal debe tener tres estructuras perfectamente definidas:

  • Cabeza ovalada, sin vacuolas ni irregularidades en el contorno.
  • Pieza media o cuello de grosor y longitud adecuada.
  • Cola fina, larga y móvil.

Se considera que un espermatozoide es morfológicamente anómalo cuando presenta alguna o varias de estas estructuras alteradas. Por ejemplo: cola enrollada, más de una cola, cabeza redonda o puntiaguda, pieza media muy corta o engrosada…

Las anomalías que con mayor frecuencia suelen aparecer son las correspondientes a la presencia de gotas citoplasmáticas tanto proximales como distales, así como las colas en látigo. En ambos casos se trata de malformaciones de tipo secundario que se producen durante la maduración de los espermatozoides en el epidídimo.

En ocasiones un mismo espermatozoide puede presentar varias morfoanomalías a la vez, si esto ocurre debemos contar cada una por separado y el espermatozoide como una sola célula. De esta manera podría ocurrir (en casos muy extremos) que el resultado del contaje de formas anormales fuera superior al 100%.

De todas formas, para considerar que un eyaculado es de óptima calidad, se recomienda que el número total de formas anormales no exceda del 20%.

Dependiendo del lugar en el que se originen las malformaciones del eyaculado, podemos clasificarlas en primarias y secundarias.

  • Malformaciones primarias: aquellas desarrolladas en el testículo a lo largo de la espermatogénesis o la espermiogénesis. Corresponden a anomalías de la cabeza, pieza intermedia o inserción de la cola.
  • Malformaciones secundarias: aquellas desarrolladas en el epidídimo a lo largo del proceso de maduración espermática, suelen corresponder a presencia de gotas citoplasmáticas.

Los espermatozoides inmaduros con gota citoplasmática proximal se originan en el testículo y, a lo largo de su trayecto por el epidídimo, la gota citoplasmática se desplaza hasta el anillo de Jensen. Una vez que los espermatozoides con gota citoplasmática distal llegan la cola del epidídimo pierden la gota citoplasmática y toman el aspecto de un espermatozoide maduro. Así pues, la mayor o menor presencia en el eyaculado de las diversas tipologías de espermatozoides inmaduros nos permite conocer el grado en que se ha satisfecho la maduración epididimaria del esperma; por ello, tendrán mejor pronóstico de cara a la viabilidad de los espermatozoides y su capacidad fecundante aquellos que presenten gotas distales que los que las posean proximales, pues son células que han desarrollado en mayor grado su proceso de maduración.

Los factores de estrés pueden afectar al rendimiento de los verracos

El espermatozoide inmaduro suele ser más frágil que el espermatozoide maduro, de manera que se pueden observar fracturas cefálicas (transversales o longitudinales) y de cola.

En cuanto a las gotas citoplasmáticas se pueden observar formas anómalas (p. ej.: gotas citoplasmáticas muy voluminosas), posiciones ectópicas (p. ej.: gotas al final de la pieza principal) y anomalías numéricas (p. ej.: dos gotas, una proximal y otra distal).

Anomalías morfológicas espermatozoide cabeza

Anomalías morfológicas en la cabeza del espermatozoide

Anomalías morfológicas en la cola del espermatozoide

El origen de las morfoanomalías; sobre todo las de tipo secundario y la falta de maduración de los espermatozoides, suele ser una reducción del flujo de testosterona a nivel testicular, teniendo esta su causa más habitual en situaciones de estrés o ritmos de extracción inadecuados, tanto por exceso como por defecto. También pueden tener un origen anatómico como podría ser la presencia de un varicocele.

Entre los factores de estrés, podemos citar infinidad de circunstancias que pueden afectar al rendimiento de los verracos como pueden ser las altas o bajas temperaturas, los cambios bruscos de temperatura, las corrientes de aire, cojeras, procesos patológicos, parasitosis, reacciones febriles posteriores a una vacunación (se recomienda administrar antipiréticos 1-2 días antes y después de vacunar) etc. En el caso de las altas temperaturas hay que comentar que una exposición de tan sólo 3-4 días a temperaturas superiores a 27ºC es capaz de producir un estrés térmico que desembocará en un aumento de las formas anormales que pueden tardar en restablecer sus niveles normales entre mes y mes y medio, o incluso más, es decir, hasta que se complete un nuevo ciclo de espermatogénesis y otra generación de células espermáticas esté presente.

Así, no podemos decir que exista un tratamiento específico contra este tipo de anomalías, las medidas a adoptar son más bien de tipo preventivo y han de ir encaminadas a evitar, o reducir lo máximo posible, los factores de estrés que puedan incidir sobre los animales.